En medio de un partido de fútbol, el momento en que el balón se encuentra detenido se llama pelota parada, por ejemplo cuando se va a tirar un corner o un tiro libre.
Este año nuestra pelota dejó de rodar por las razones que todos conocemos. Tuvimos que detener el partido, la cancha quedó vacía… pero los jugadores no se rindieron. Cualquier par de sillas permitieron imaginar un arco, el comedor de la casa fue el círculo central del estadio, cualquier tapita, bollo de papel, algún objeto redondo o no tanto, se transformó en pelota. Una mama barriendo se convirtió en el mejor rival para ser gambeteado. Una hermana haciendo la tarea fue el blanco ideal para practicar penales. Una mascota figuró de arquero, la pata de una mesa cometiendo una infracción.
No faltó el vidrio roto ni la vecina que no devolvió la pelota, el entretiempo para el almuerzo, el alargue para jugar un rato más antes de ir a dormir. Soñar con jugadas colectivas, un abrazo de gol y añorar el encuentro real en un estadio sin pandemia.
Encontramos la respuesta para la pregunta del título: ¡la pelota no se detiene!
Las ganas de jugar son mas contagiosas que cualquier virus y no hay vacuna que las prevenga.